data única en Galiza.
Ciclo Intimo & Acústico
Entrada: 15 € venta anticipada, 18 € en taquilla
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Es lo que tiene Ariel Rot, que lo suyo es el rock y no debe buscar justificaciones con las que andarse por las ramas.
Tras el paréntesis para reflotar y despedir con honores a Tequila, aquí está de vuelta, con un disco que nos hace creer de nuevo en el rock en castellano. Un trabajo cargado de canciones soberbias y contagiosas, con sus momentos densos, sus baladas embriagadoras, sus repuntes frenéticos y livianos. Uno de esos álbumes perfectos que te pasarás el día escuchándolo una y otra vez. Un artefacto del mejor rock and roll con la firma y el sello de Ariel Rot. Maestro de maestros. Sí, es Rot. Puro Rot. Solo Rot.
Y el maestro, para dar forma a este Solo Rot se ha buscado como mano derecha a un viejo amigo, Pete Thomas, el que fuera batería de los Attractions de Costello –y ahora de sus Imposters– y con el que ya colaborara hace una década en los discos Hablando solo (1997) y Cenizas en el aire (1999). Thomas está considerado, por si alguien no lo sabe, como uno de los mejores baterías del mundo. El mejor, según un tipo tan poco dado a regalar cumplidos como Tom Waits.
Rot y Thomas han trabajado juntos las bases del disco (contando también con los bajos de Candy Caramelo y Mac), imprimiéndole un sonido rocoso pero ágil. Luego, con la producción de José Nortes, las canciones se han vestido con arreglos vocales, guitarras, órganos, pianos… sólo lo imprescindible que reclamaba cada tema. No hay nada superfluo. Nada que esté de más. Todo está porque tiene que estar, pero con ambientes y climas musicales de altura. Aquí hay que mencionar un tema especial (“Manos expertas”) en el que Leiva y Rubén Pozo, de Pereza, ejercen de instrumentistas: Una grabación que surgió de un encuentro dominical en el estudio y que trabajaron en formato de trío.
Ariel Rot certifica, una vez más, con esta nueva colección de canciones, que su firma es garantía de la más alta calidad: Son más de treinta años dedicado al oficio de escribir y hoy, cuando sabe de la vida porque ha vivido, sigue confirmando que es un autor honesto que logra conectar con el oyente con las palabras justas, con un lenguaje que tiene tanto de culto y elegante como de callejero y expresivo.
Solo Rot comienza como debe ser, con una declaración de intenciones rockeras en toda regla (“Una vida equivocada”), emplea el siempre vibrante rock latino para encubrir una letra dura (“Papi dame la mano”), abre la puerta al pop de lujo (“Dulce mirada”), introduce rock de hechuras clásicas (“Problemas”), juega con los recuerdos en una balada preciosa (“El primer baile del verano”), continúa observando la calle con el bisturí bien afilado (“No me dejes caer”), recrea ambientes jazzísticos (“Dandy”) y rock con aires de Nueva Orleans (“Nena me enseñaste a amar”), incluso recurre a un muy sano sentido del humor para reflejar el paso del tiempo (“Manos expertas”, “Pólvora mojada”) y echa mano de un magistral y sinuoso medio tiempo para hablarnos de los amores posibles (“Cuando no esperaba nada”), y cierra el disco con extrema sensibilidad, con leves aires fronterizos de fondo, mientras una letra de su socio Sergio Makaroff mira al abismo interior (“Salto al vacío”)…. Y entonces, en este momento, vuelves a darle al play y dejas que Solo Rot vuelva a sonar, que te atrape otra vez…
Ariel Rot, el sabio del rock and roll, lo ha vuelto a hacer. Ha vuelto a demostrar porqué es uno de los mejores escritores e intérpretes del rock en nuestro idioma, porqué permanece en la élite de los creadores singulares, los que marcan la dirección, los que, de tanto en tanto, tienen que recordarnos cuál es el camino, alumbrando esa senda reservada para unos pocos que conduce hacia la excelencia. Y, por si no hubiera bastante, Solo Rot llega justo en un momento en el que necesitábamos un disco suyo, un gran disco de rock and roll que vuelva a poner las cosas en su sitio. Gracias, Ariel.